Durante muchos años y hasta hace relativamente poco era factible (y hasta necesario) abrir el capó del carro nuevo para identificar y hasta corregir algunos fallos, pero con la electrónica en prácticamente todos los componentes ya es poco lo que se puede hacer sin el respectivo cable y el computador que, inicialmente, solo tienen los talleres autorizados.

El funcionamiento mecánico del vehículo sigue siendo el mismo, eso está claro, pero la electrónica ha intervenido su actuación en el sentido que es la que “decide” cómo debe operar según las condiciones. Así las cosas, podría decirse que hoy en día el mecánico más confiable al momento de una avería es el celular, pues no se puede hacer mucho más que llamar a la grúa.

Una vez en el taller, la reparación de los daños puede tomar, generalmente, dos caminos, pero ambos implican conectar el computador del carro al computador del taller y así poder identificar cuál fue el fallo que ocasionó la avería cuando se da esta relación.

El primer camino, que sería el más sencillo, se puede trazar como un fallo interno que no supone ir más allá de borrar el registro del computador, pero si la situación es más complicada tal vez la reparabilidad ya no sea válida. Por ejemplo, si el fallo se produjo por algún componente que dejó de funcionar apropiadamente lo más seguro es que la única reparación viable que haya por hacer sea el cambio de la pieza por una nueva.

Pero también puede ser una simple alerta de protección. Por ejemplo, el simple hecho de desconectar accidentalmente algún sensor de inmediato registra la anomalía, cuyo arreglo implica entrar al computador con el escáner para decirle que todo está bajo control y vuelva a trabajar normalmente. También hay algunos sucesos mecánicos que rebotan en la electrónica como, por ejemplo, el pistoneo. El motor tiene sensores que detectan este ruido, cuando lo hacen disparan un programa de protección y el computador muchas veces limita las revoluciones del motor o lo apaga, si es el caso de exceso de temperatura o falta de presión de aceite, y hacen necesario el “reseteo” para volver a su función normal una vez hechas las reparaciones necesarias.

Cuando suceden casos de fallos de piezas electrónicas lo más probable (e ideal) es que el escáner las identifique y ojalá el insuceso esté cubierto por la garantía, pues en teoría la avería de estos elementos no se produce por una mala operación o mal manejo por parte del conductor sino porque esta dejó de funcionar como debería. Como un bombillo.

Hay que tener en cuenta que los talleres autorizados siempre requieren que el vehículo implicado tenga su historial de mantenimientos completo dentro de la red de la marca para poder hacer valer la garantía. Los computadores de los carros registran todos esos “movimientos” y si se han hecho por fuera de la red o de los tiempos de los servicios exigidos, de inmediato descargan a la marca de cualquier responsabilidad.

Inclusive sobrepasar el kilometraje de un cambio de aceite puede quedar grabado. Esto tácitamente indica que uno no debe tocar esos sistemas cuando hay problemas porque el computador verá la mano extraña. Hay que leer la letra menuda del libro de garantías.

Y no es para menos, pues tal como reporta en Bogotá un concesionario y taller de una marca generalista, mientras que la venta del vehículo nuevo representa un margen de ganancia cercano al ocho por ciento, el de la mano de obra de posventa se acerca al 16 por ciento y el de repuestos al 20 por ciento, como mínimo.

Es decir, su principal ganancia no es la venta del carro sino el servicio: allí recobran muchas veces los descuentos de vitrina para los carros nuevos.

En ese asunto, su mejor aliado son la electrónica, las memorias de los computadores y la actualización permanente de sus sistemas de diagnóstico que suelen funcionar en línea con la casa matriz y tienen información puntual para cada carro, actualizada de manera permanente y con la retroalimentación de fallas similares registradas en otros autos en cualquier parte del mundo.

Esta dependencia se agrava porque los manuales de reparación ya no existen físicamente (están en línea) y a ellos solo se puede acceder a través de códigos que solo tienen los concesionarios. Es decir, la mecánica externa está cada vez más restringida.

Muchas veces los costos de mano de obra parecen excesivos pero hay que tener en cuenta que cada taller debe incluir entre sus márgenes la alta inversión que le representan los equipos de diagnóstico y la capacitación permanente del personal correspondiente. Estos rubros, en los casos de servicios autorizados, no son aleatorios sino obligatorios para sostener su calificación y en la mayoría de los casos se facturan por parte de las casas matrices sin preguntar. Cuando hay pocas unidades de un modelo circulando, el retorno económico de esos equipos y de la herramienta especializada es muy lento y por ende se recarga el precio público de su uso.

Otro elemento que se debe incluir es que los fabricantes dejaron hace mucho tiempo de incorporar partes genéricas en los listados de mantenimiento, como filtros, pastillas y otras de consumo, por lo cual no existen en el mercado de repuestos genéricos o, si los hay, su uso anula la garantía o no da los mismos resultados.

Teniendo esto en cuenta, cuando el vehículo adquiere cierta edad y ya ha comenzado a cambiar de manos, también será natural que empiece a cambiar de “manos curativas” en razón a que su segundo o tercer dueño ya no tendrá la misma capacidad adquisitiva que su primer propietario para realizarle sus revisiones dentro de la red autorizada.

Cuando esto comience a suceder seguramente los fallos serán más recurrentes, la mano de obra capacitada ya no será tan idónea como debería y empezarán a verse “injertos” para intentar mantener al vehículo en funcionamiento. Y, lo más grave, cambiar alguna pieza por una nueva ya no será tan rentable debido a que proporcionalmente al valor comercial del vehículo su costo será muy elevado. Tema agravado, ya que en el mundo del automóvil los precios de los carros son muy controlados por la misma competencia de modelos equivalentes pero los de los repuestos están al libre albedrío de las marcas y es muy común ver que la suma de unas pocas piezas excede el valor del carro.

Esto es dramático en colisiones donde las pérdidas totales se decretan a diario o doloroso para los dueños de carros que operan por fuera de los tiempos de garantías y se encuentran con reparaciones impagables. Agravadas por los muy comunes errores de diagnóstico de los talleres que cambian piezas sin el debido soporte o conocimiento, por la vía de prueba y error, engordando la factura injustamente.

¿Qué pasará en algunos años con los vehículos actuales? Seguramente no faltarán los genios de andén que ‘puenteando’ circuitos e injertando piezas logren mantenerlos con vida, pero en todo caso ya no será tan sencillo y viable como hasta ahora lo ha sido con los vehículos más análogos.

 

Fuente: Motor